
Así descubrí que era intolerante al gluten.
En ocasiones la gente me pregunta desde cuándo no como gluten. Hay personas de mi entorno que me conocen de siempre y les sorprendió tanto como a mí, aunque para mi madre (esas grandes sabias) no era una sorpresa.
Las madres. Esas personas fundamentales que te conocen a la perfección. Ella fue la que durante toda mi infancia veía mi mal comer. No había absolutamente nada que me gustara. Unido a ello, y al hecho de ser prematura, se unía también el de “enfermar” a menudo: si no eran los oídos, era la garganta. Conforme fui creciendo empecé a tener problemas de estómago: gases, diarreas, sensación de asco con las comidas… y un continuo tomar medicamentos para el estómago como si fueran caramelos.
Recuerdo que, en la universidad, mi amiga Sandra me decía que eso no era normal. Y ¡cuánta razón llevaba! Cada vez mi estómago estaba peor, empezaba a sufrir de migrañas insoportables, dolores musculares, irritabilidad comportamental, problemas de taquicardia. Empecé a acudir al médico pidiendo analíticas y todas estaban perfectas. La situación del estómago estaba cada vez peor. Parecía que todo me hiciese daño, hasta los medicamentos. Me llegué a ver en cama hasta tres y cuatro veces por semana con cólicos intestinales. Tras pruebas, pruebas y más pruebas de alergias a medicamentos, alimentos y también la prueba de la celiaquía (ya que mi madre está diagnosticada de celiaquía del adulto y tengo otra prima celíaca, aunque desde niña)… descubrieron que… ¡todo era normal!
El caso es que cada vez me encontraba peor, cada vez dormía más por dolencias varias, cada vez tenía menos hambre y cada vez estaba más gordita, lo cual, con el tiempo, descubrí que estaba hinchada por retención de líquidos.
Ya, a la desesperada, y viendo que mi madre también estaba en el mismo proceso desde hacía tiempo y que la atendían en Sevilla, decidimos acudir a un centro en Badajoz donde realizaban pruebas de intolerancias alimentarias. Tras realizarme las pruebas en dicho lugar, detectan intolerancias múltiples: trigo, cerdo, piña, naranja y lechuga. No nos sorprendió cuando lo hablábamos en casa… Cada vez que olía carne de cerdo me entraban náuseas y detestaba esa carne. Con la piña, aparecían llagas por toda la boca. Y con el trigo… pues no era raro, ya que huía del pan, la pasta no la quería ni ver, cualquier trago de cerveza me provocada ganas de vomitar (y me gustaba tomarme mi cerveza con los amigos). La lechuga no la había detectado, y la naranja tampoco, pero se convirtió en un poderoso enemigo… que dejaremos para otro día.
Con respecto al gluten, no me quitaron el gluten, solamente el trigo, y pasé a la espelta y la avena… pero poco a poco empezó a sentarme igual de mal y me vi en la obligación de quitarlos de mi dieta, muy a mi pesar. No puedo decir que sea celíaca porque no doy positivo en las pruebas, pero sí que tengo intolerancia al gluten no celíaca, ya que mi reacción es exactamente igual.
¡Qué deciros! Eliminé esos alimentos y en cuestión de un mes había perdido seis kilos, comía tres veces más, tenía la vitalidad que nunca había tenido y descubrí una parte humorística en mí totalmente nueva, ¡y no tenía molestias de estómago ni tenía que quedarme en cama!
Somos lo que comemos, es totalmente cierto, y cuando algo te hace daño te destruye por dentro, por lo que es importantísimo descubrir qué es lo que a cada uno le perjudica. Por ello, aunque todo parecía tan bonito, las cosas comenzaron a torcerse de nuevo, y aparecieron piedras en el camino… pero esas piedras las veremos otro día.