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Con intolerancias

EXPERIENCIA: ASÍ AFRONTÉ LAS INTOLERANCIAS

Así afronté las intolerancias

Como ya os contamos la semana pasada, hay un antes y un después de un cambio tan drástico en tu forma de comer.

Llegué a casa después de ir a la clínica privada con los resultados en la mano y con una lista inmensa de alimentos que no podía tomar, como el gluten, los lácteos, el cerdo (lo cual ya no eran un problema para mí), el tomate, la ternera, la soja, el cacao, las aves y el huevo. Posteriormente, en más pruebas que me hicieron, me retiraron también la patata, el garbanzo, la lenteja, el plátano y los anacardos. A día de hoy, de todos esos alimentos que me retiraron ya tomo casi todo, eso sí, con un estricto control médico y unas pautas, pero de este asunto trataremos otro día.

Me encontré con varias situaciones que enfrentar. En primer lugar, me hundí. No sabía qué iba a poder comer, pensé en que nuestras ganas de conocer el mundo iban a desaparecer, los eventos “sociales” (que todos son comiendo y cenando) los iba a tener que evitar…

Hoy lo voy a contar enumerando puntos:
1. “Yo paso, así es imposible”: El primer pensamiento es el de la negatividad. ¿En verdad funcionaría? ¿Tendría algún sentido? La respuesta la encontré cuando una semana después de dejar los alimentos que me hacían daño volvía a recobrar la vida y la energía que se me habían escapado. Llegué a la conclusión que había que luchar y que si mi bienestar y mi salud estaban en ese camino, ¡adelante!

2. “¡Uf, qué horror de compra!: Nunca vayas a comprar con hambre, porque lo pasarás peor. Cuando empiezas a mirar el etiquetado y de dónde proceden los aditivos que tomamos vuelves a caer en lo mismo… “yo paso, así es imposible”. En hacer la compra para una o dos personas tardaba horas. También descubrí que cuando cambiaban la apariencia de algún producto que compraba habitualmente, solían cambiar la composición, a veces para bien, y a veces para mal.

3. “Empecemos el proceso de investigación”: Me decía una y otra vez que no podía comer todo aburrido y sin variedad. ¿No voy a comer más croquetas? ¿¡Yo sin croquetas!? Eso no podía ser cierto. Me puse a investigar en internet, a comprar libros y libros de recetas, de distintos tipos de alimentación, con el objetivo de buscar una solución. Llegué a una conclusión: en un libro no vas a encontrar las respuestas a todas las recetas que quieras. Pero por lo menos, he ido haciendo un buen acopio de ellos que me han dado el primer impulso, la primera idea para luego coger la receta original “destriparla” y hacer una nueva versión. En otras ocasiones, convertía mi cocina en un laboratorio alquimista y me ponía a hacer mis propias pruebas, de mi mente. Me ha tocado tirar muchas cosas que no han salido bien, pero es difícil que salga perfecto a la primera. De esta manera… he ido sorprendiéndome a mí misma y también a los que me rodean. Como dice Nacho… “a los problemas, soluciones”.

4. “Se acabaron mis sueños de viajar”: De cambiar esta mentalidad se encargó mi marido, por entonces, novio. Me hizo ver que se podía viajar con apartamentos. Sí, bueno, es algo más caro. En lugar de viajar más a menudo, lo haremos menos, pero con mayor calidad para mis intestinos. Por otra parte, viajando al extranjero, descubrimos que de esta manera podíamos probar los ingredientes típicos del sitio al que viajábamos, cocinándolos a nuestra manera. ¡Y qué gran descubrimiento! Pero bueno, ya hablaremos de viajes al extranjero en otro momento.

5. “Si todo esto he tenido que cambiar… habrá que suplir con algo, ¿no?”: Con esto me refiero, fundamentalmente, al hecho de que, al dejar muchos alimentos, hay propiedades que no adquiridos de los mismos, por lo que hay que tener mente abierta y probar cosas nuevas. Introduje en mi vida los maravillosos batidos verdes. Verdes, rojos, amarillos, naranjas… daba igual el color ya que estos tesoros llamados “smoothies” con verduras y frutas me daban una energía imparable además de muchas propiedades. Además, introduje algas (spirulina, clorela, kombu, nori…), semillas diversas (lino, sésamo, goji, chía, girasol…). Parece que no, pero todo alimenta.

6. “Los demás pensarán que estoy loca”: Pues hay de todo. Me he encontrado gente que ha pensado de mí que era algo psicológico, que tenía anorexia o bulimia (debido a que me deshinché), otros que si esto era un capricho… Al final, te da pena ver que hay gente con la mente tan cerrada y que, algunos cambian de opinión, muchos de ellos por desgracia, cuando les toca en su piel tener alguna alergia o intolerancia a un alimento (a uno, sí, a uno). Tengo que decir que, en la mayoría de ocasiones, me he encontrado con gente estupenda, que aunque no lo entiende bien, tienen presente que está en juego la salud y tienen cuidado cuando te invitan a comer, se adaptan a ir a restaurantes en los que conocen bien estos asuntos, tienen iniciativas y preguntas para conocer mejor el problema y las consecuencias… A todos ellos, gracias. A los que me lo han puesto difícil porque te hacen ser más fuerte y seguir luchando con más fuerza por concienciar a la gente. Y a los que se han preocupado, entendido, solidarizado, porque ellos forman el grueso grande que son la familia, amigos y compañeros que te sacan una sonrisa cada día y te impulsan a seguir en este camino.